El creciente impacto económico, otro drama del fenómeno del calor extremo en el mundo

PARÍS.- Cada vez con más frecuencia, los hombres toman consciencia de lo que podría ser el infierno en la Tierra. Récords de temperaturas batidos durante semanas, calor excepcional en los océanos, dantescos incendios en los bosques, canículas o fríos extremos en todas las latitudes… El clima parece haber enloquecido, anunciando catastróficas consecuencias económicas y sociales para el planeta.

Hubo 48°C en Italia, 44°C en España, hasta 40°C en Francia, 48,3°C en Phoenix, 52,2°C en Xinjiang, en el noroeste de China… Mientras la mayor parte del hemisferio norte se asfixia, los incendios seguían devorando esta semana miles de hectáreas de la cuenca mediterránea, provocando evacuaciones masivas, centenares de hospitalizaciones y decenas de miles de millones de daños materiales.

Al mismo tiempo, el norte de Francia e Italia fueron golpeados por violentas tormentas que provocaron la muerte de varias personas. La mayoría fueron víctimas de trombas de granizo y excepcionales ráfagas de viento de hasta 200 km/h, que arrancaron árboles y techos, provocaron cortes de electricidad y gigantescas inundaciones. Según los meteorólogos, esos episodios serán cada vez más intensos y más frecuentes.

En dos décadas, los países que más padecieron esos fenómenos climáticos extremos se encuentran en Europa: Francia, Italia, España, Portugal, Rumania, Grecia y Alemania, según el Centre for Economic Policy Research. Pero las regiones afectadas se extienden año a año, como lo demuestran los dramáticos incendios que azotan en este momento toda la cuenca del Mediterráneo. En el sur de Europa, entre el 75% y el 80% del territorio corre peligro de convertirse en desierto durante este siglo, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.

En el terreno económico, los estudios realizados durante los últimos 20 años en Europa y Estados Unidos confirman que las temperaturas extremas reducen la productividad laboral, dañan las cosechas, aumentan la mortalidad, obstaculizan el comercio mundial y reducen la inversión. Según algunos expertos, el costo estimado de cada uno de esos desastres climáticos aumentó 77% en los últimos 50 años.

¿Y qué decir de los costos humanos? Según el Banco Alimentario de la ONU, más de 100 millones de personas caerán en la extrema pobreza y cerca de 600 millones podrían padecer de malnutrición de aquí a 2080. En los trabajos por los cuales obtuvo el premio Nobel de economía en 2018, William Nordhaus estimaba que un calentamiento climático de +6°C provocaría una pérdida de PBI de 8,5% en 2100, mientras que un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) evoca una reducción del 12% del PBI para fin de siglo.

Si bien el fenómeno amenaza directamente el crecimiento económico de la mayoría de los países, los menos desarrollados son los que más sufren las consecuencias. La mayor parte de los 3,3 millones de personas que murieron durante esos episodios extremos en los últimos 40 años vivía en países pobres.

Los daños económicos causados por las catástrofes naturales varían en intensidad. Pero, en general, devastan infraestructuras y los equipamientos más expuestos –rutas, represas y puentes–, arrasan viviendas, escuelas y fábricas, reducen el capital humano a causa de la pérdida de vidas y de trabajadores calificados. Los recursos naturales también se ven afectados: los huracanes destruyen bosques y las sequías disminuyen la fertilidad de los suelos. Las altas temperaturas o los fríos polares cíclicos inducen cambios de comportamiento en los individuos y las comunidades, provocando pérdidas económicas. En las zonas expuestas a las sequías, los agricultores invierten menos para aumentar la productividad de la tierra por temor a perder sus inversiones.

En Francia, el costo de las catástrofes naturales en 2022 ascendió a más de 10.000 millones de euros, según France Assureurs, que calificó el periodo de “verdadero annus horribilis”. Entre esos episodios dramáticos, el incendio que en el mes de julio azotó la zona atlántica del sudeste del país destruyó 70.000 hectáreas de bosques. Pero las llamas no solo consumieron árboles y extinguieron la fauna, también aniquilaron durante dos años la temporada turística de una de las zonas preferidas por los extranjeros.

En el informe “Clima, impactos y Vulnerabilidad en Europa 2016″, las estadísticas de la Agencia Europea para el Medioambiente estiman que, a fines de siglo, el costo anual de los daños provocados en el continente por los fenómenos extremos alcanzará 190.000 millones de euros, con una pérdida neta estimada de 1,8% del PBI.

Las aseguradoras internacionales ratifican esos niveles a nivel mundial. Según la reaseguradora Swiss Re, las pérdidas económicas engendradas por las catástrofes naturales ocurridas a nivel global en 2022, alcanzaron 275.000 millones de dólares. Los 12 meses del año pasado estuvieron marcados por catástrofes climáticas de gran amplitud, como el huracán Ian en Florida, las tormentas excepcionales de granizo en Francia, las inundaciones en Australia y Sudáfrica, las tempestades invernales en Estados Unidos y en Europa. Los episodios de extrema sequía en Europa, China y Brasil también ocasionaron inmensas pérdidas.

Por su parte, un estudio de la consultora internacional McKinsey, lanzó hace dos años un llamado a los responsables económicos a prepararse sin tardar para la llegada de “lo que ha dejado de ser una profecía”.

En ciertas regiones, las actividades que aseguran la fortuna de ciertos Estados comienzan a derrumbarse. En otras, la escasez de recursos naturales y alimentos pone en peligro la vida de centenares de millones de personas, afirma el estudio.

“De los 105 países analizados, prácticamente todos se verán afectados por una de las dimensiones del impacto climático”, señaló Clarisse Magnin, directora de McKinsey.

Antes de 2050 y sobre la base del peor escenario de calentamiento (entre 2,5 y 2,7°C) formulados en los recientes informes de los científicos del GIEC, entre 160 y 200 millones de habitantes de la India se verán expuestos a terribles canículas cuya intensidad podría ser mortal. El aumento del mercurio provocará un incremento de días no trabajados, amenazando el ritmo económico de ese país emergente. “Entre 2,5% y 4,5% de su PIB resultará por ese fenómeno”, confirma el célebre climatólogo Jean Juzel.

La disminución de productividad provocada por esas olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas como lo demuestran los últimos meses en el hemisferio norte, también se extienden a otras regiones (América Latina, África, sudeste asiático y oeste de Australia). El promedio de horas de trabajo perdidas podría duplicarse antes de 2050, pasando de 10 a 20%. Asimismo, otras zonas del hemisferio norte, como el oeste de Estados Unidos y prácticamente toda la cuenca del Mediterráneo, se verán directamente amenazadas por fuertes reducciones del PBI.

“Las playas de ese mítico y paradisíaco mar dejarán de ser atractivas para los turistas”, confirma Juzel.

En Florida, gran parte de cuya fortuna reposa en el sector inmobiliario, los expertos estiman entre 30.000 y 80.000 millones de dólares la pérdida de valor de esos bienes si se produjera un fenómeno de caída en los próximos 30 años.

“Eso representaría, en ciertas zonas, una reducción para el Estado de 30% del ingreso fiscal sobre la propiedad”, explica el estudio de McKinsey.

Este año, mientras la ciudad de Phoenix y grandes regiones de Estados Unidos se derriten con una canícula que parece eterna, la ola de calor extremo no solo afecta la salud y amenaza la vida de millones de norteamericanos, sino que también ha puesto en jaque la economía. Si bien es muy temprano para hacer un cálculo preciso, los primeros estudios prevén que la repetición de ese fenómeno podría costar al país unos 100.000 millones de dólares anuales, solo en productividad.

Para imaginar las cifras que se pierden cada vez que un fenómeno climático extremo azota una región, baste saber que, además de las pérdidas humanas (14 muertos) el monto de los daños económicos causados por las recientes inundaciones en la región de Emilia-Romaña, al norte de Italia, podrían superar los 6000 millones de euros, según las autoridades.

En el terreno de la seguridad alimentaria, los efectos del cambio climático deberían incitar a los Estados a diversificar sus fuentes de aprovisionamiento.

“Lo esencial de la producción de los cuatro cereales de base más consumidos en el mundo -arroz, trigo, maíz y soja- provienen de cuatro países considerados como los “graneros del planeta”: Brasil, Estados Unidos, India y Rusia. Pero, ante su vulnerabilidad frente a la multiplicación de meteoros climáticos -sumados a la inestabilidad política-, los Estados deberían preocuparse por multiplicar los sitios de producción”, afirma el economista especialista en cuestiones climáticas Christian de Perthuis

Las consecuencias sanitarias del cambio climático también son temibles. Un calentamiento de 2 a 3°C bastará para aumentar en 5% los habitantes expuestos al paludismo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, antes de 2080, otras 2000 millones de personas podrían verse expuestas al riesgo de transmisión del dengue. Mientras que las enfermedades diarreicas -resultado del agua contaminada- podrían aumentar 10% en los próximos 15 años.

Esos cambios deberían traducirse en la multiplicación del número de refugiados climáticos y el aumento de la inestabilidad geopolítica. Ahora mismo, los habitantes del atolón de Bikini, en el Pacífico, han solicitado asilo a Estados Unidos. Y el Internally Displacement Monitoring Centre estima en unos 83,5 millones los refugiados climáticos antes de 2050.

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