“Es una forma de incluirlas”: el gesto de la Rural para las aves que no pudieron venir a la exposición

Un inusual silencio envuelve la tradicional carpa de la Exposición Rural de Palermo donde todos los años resuena el canto de las aves. Sin embargo, en esta edición de la muestra del campo la gripe aviar les arrebató la posibilidad de participar. Ante su notable ausencia, en el Restaurante Central se dispuso rendir un homenaje a través de cuadros que retratan la imagen de ocho gallos.

“Es una forma de incluirlos aunque no estén”, explica Marina Facht, la autora de la obra que, además, es productora agropecuaria. “Aquí todos saben de mi locura por las plumas, y como estoy en la Comisión Directiva [de la Rural], me propusieron hacer esta obra”, cuenta.

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La artista lleva las riendas de un campo familiar situado en Junín de los Andes, entre la precordillera y la cordillera, donde se dedican a la crianza de la raza Hereford. “Mientras todos descansan y duermen, yo estoy pintando”, comparte. Durante toda su vida, Facht sintió una profunda atracción por el arte, sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de explorarlo a fondo hasta que dio un giro radical a su vida.

Vendió la casa en donde había criado a sus hijos en zona norte y se mudó a Junín. “Cuando te vas acomodando, encuentras el tiempo para hacer aquellas cosas que te brindan placer. Antes hacía platería, pero mi vista y mis manos ya no eran las mismas, así que me pasé al pincel, que es algo muy ameno”, relata.

“Un día empecé a pintar gallos, gustaron y me los empezaron a comprar, y hoy en día me conocen por eso”, confiesa. Es la imponente presencia que les da la cresta, sus variados plumajes y sus posturas peculiares, los aspectos que inspiran a Facht en cada obra que crea.

Su pasión por estas aves es algo que la artista siempre había sentido, aunque con cierta frustración. “Vivía en el campo rodeada de un montón de animales, pero todos los años compraba nuevas gallinas, las traía al gallinero, y lamentablemente, a los seis meses, no quedaba ni una porque los zorros y los gatos se las comían. Así que, en lugar de criarlas, ahora las tengo colgadas en la pared”, indica.

El punto de inflexión en la carrera artística se dio en 2017 cuando realizó un curso de pintura en Bariloche. “Durante tres días, tuve la oportunidad de aprender de dos talentosos acuarelistas. A partir de ahí me comencé a soltar y a animarme a pintar más”, señala.

“Lo que tiene la acuarela es la magia del color, mezclás dos colores, un poco de agua y hacés algo que te sorprende”, agrega.

Vende sus cuadros a través de las redes sociales y, además, hace dos años, junto con dos amigas artistas, montaron un stand en una exposición rural que se realiza en enero en Junín. “Ahí está la de los gallos”, cuenta la productora que escuchó decir algunos visitantes de la muestra. “Es increíble porque vienen y me los compran; ya van dos muestras en las que he vendido 40 cuadros”, añade con gran satisfacción.

“La Patagonia está llena de artes porque es un lugar”, dice. Su taller con amplios ventanales le brindan vistas inigualables de la Patagonia, que son también una fuente de inspiración durante todas las estaciones del año: la nieve invernal y las hojas amarillas de los álamos que caen en un paisaje otoñal.

Para hacer los ocho gallos que colocó en el Restaurante Central viajó a Buenos Aires. Explica que en pintarlos tardó aproximadamente un día y medio por cuadro, pero lo que más tiempo le tomó fue buscar fotos de gallos para inspirarse. “Estuve investigando sobre las razas que existen en la Argentina, pero siempre les pongo mis toques”, dice.

Un tema aparte fue la ubicación de los cuadros en el emblemático restaurante, ya que la artista los quería ubicar estratégicamente para que haya una interacción entre las pinturas, una conversación, miradas. “Lo logré”, expresa.

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