Sin la intervención de Constancio Carlos Vigil sería imposible entender en profundidad algunas de las grandes transformaciones experimentadas por los medios de comunicación en la Argentina a lo largo de las últimas cinco décadas. Bajo su conducción, algunas de las exitosas publicaciones nacidas en la empresa de medios que perteneció a su familia por tres generaciones vivieron su apogeo de popularidad y circulación.
También tuvo un papel decisivo en algunos momentos clave de la historia de nuestra televisión, especialmente a partir de la década del 90 con el regreso a manos privadas del manejo de las emisoras más importantes del país. Allí, su manera de gestionar y tomar decisiones será también recordada por los vínculos de alto perfil que mantuvo con figuras políticas de la época, en especial con el entonces presidente Carlos Menem, con quien mantuvo una estrecha relación.
Vigil falleció en la madrugada de este sábado a los 86 años durante un vuelo que lo llevaba a Miami, donde tenía pautado un encuentro con Lionel Messi. Tras desayunar en el avión se quedó dormido y no volvió a despertarse.
Fue un hombre de personalidad inquieta y multifacética resumida en las dos únicas palabras que usaba para hacer su autorretrato público y definirse a sí mismo: empresario periodístico. Llegó en su juventud a incursionar brevemente en el periodismo firmando crónicas deportivas con seudónimo (Cecilio de la Vega) o con su propio nombre, que se publicaron en este último caso en las páginas de LA NACION. Pero resultó mucho más fuerte (y perdurable, como se verá) el apego a la tradición familiar.
Nieto del creador de grandes cuentos infantiles y fundador en 1918 de Editorial Atlántida, que llevaba el mismo nombre, Constancio Carlos Vigil ingresó en la empresa familiar antes de cumplir 20 años, en 1954, Todavía muy joven llevó adelante en la década siguiente –según sus propias palabras- una “revolución” contra su padre, por entonces responsable del manejo de la empresa, en compañía de sus primos Aníbal Vigil (h.), Alfredo Vercelli y Jorge Terra.
La audaz movida lo llevó, en el reparto de tareas entre los cuatro, a hacerse cargo de uno de los buques insignia de Atlántida, el histórico semanario deportivo El Gráfico (fundado en 1919), que se convirtió bajo su dirección ejecutiva en la más influyente publicación de su tipo. Y junto a las otras perdurables publicaciones de Atlántida (Billiken, Para Ti, La Chacra, Gente y la actualidad) dejó una huella notable en términos de tendencias y masividad en el tiempo de apogeo de la producción y el consumo de revistas en la Argentina, como lo explica Pablo Sirvén.
Instalado desde ese momento en el directorio de la compañía, Vigil encontró a comienzos de la década de 1970 en la televisión un nuevo espacio para diversificar su tarea empresarial. Con el tiempo, ese compromiso ajeno a sus orígenes en el ámbito del periodismo gráfico se fue ampliando hasta no tener vuelta atrás. A partir de ahora, toda recapitulación de la vida y la carrera empresarial de Vigil comenzará con su presencia de altísimo perfil (mediática y política) en la gestión televisiva.
Un primer capítulo de esa historia empezó a escribirse cuando Atlántida, en 1971, adquirió una participación accionaria en Canal 13, por entonces manejado por Goar Mestre. Vigil tomó bajo su control la dirección ejecutiva de tres áreas estratégicas, programación, técnica y operaciones. Los libros de historia de la TV recuerdan de ese momento algunos encontronazos sobre criterios de programación entre el joven ejecutivo y figuras descollantes del medio como Nicolás “Pipo” Mancera.
La estatización de los canales dispuesta en 1974 por el gobierno peronista forzó el regreso de Vigil a sus oficinas de Atlántida y al manejo de las publicaciones periodísticas de la editorial, que nunca disimularon su identificación con el rumbo político marcado por la última dictadura militar a partir de 1976.
Tras la recuperación del estado de derecho, llegó en 1989 el momento en que otro presidente peronista, en este caso Carlos Menem, promoviera el regreso a manos privadas de los canales que todavía se gestionaban desde el Estado. Ese año, Atlántida ganó la licencia para el manejo del antiguo canal 11, que se identificaría desde ese momento con el nombre de Telefé, integrando con una participación minoritaria un holding del que también tomaron parte Avelino Porto (rector de la Universidad de Belgrano) y los empresarios Francisco y Santiago Soldati (Sociedad Comercial del Plata) y Luiz Zanón, dueño de la fábrica de cerámicos del mismo nombre y también del Italpark.
Ese conglomerado, que adquirió el nombre de Grupo Empresario de Comunicaciones, de a poco fue convirtiendo a Vigil en hombre fuerte y protagonista de las decisiones más trascendentes. Esa instancia quedó materializada en 1996 cuando asumió como CEO de una compañía que por entonces también ya manejaba otros medios como Radio Continental.
La exposición cada vez más alta de Vigil como empresario de medios convivió más de una vez con hechos controvertidos que tuvieron un fuerte impacto judicial y social. Primero apareció involucrado en el resonante escándalo abierto por la importación ilegal de autos para personas discapacitadas. Vigil fue uno de los famosos que aprovecharon esa franquicia y hasta el final se lamentó de haber sido el único de todos los beneficiarios en recibir una condena firme. En noviembre de 2000, tras una sucesión de fallos y apelaciones, la Corte Suprema confirmó una pena de dos años y seis meses de prisión en suspenso al considerar a Vigil penalmente responsable del delito de contrabando calificado.
Al año siguiente, en agosto de 2001, Vigil fue sobreseído en otra causa, en este caso por “administración fraudulenta”, abierta a partir de un supuesto fraude cometido dentro del programa de Susana Giménez con el dinero que allí se había recaudado a través de concursos telefónicos a beneficio de la Fundación Felices los Niños. El expediente había sido abierto en 1989 y fue utilizado durante toda la década siguiente por Gerardo Sofovich, por entonces hombre fuerte de Argentina Televisora Color, para cuestionar la figura de Vigil, a quien veía como un fuerte rival televisivo.
Curiosamente, los dos estuvieron muy cerca de Menem durante sus dos períodos presidenciales. En el caso de Vigil, el vínculo fue tan estrecho que en su última entrevista con LA NACION, publicada durante el verano pasado, llegó a decir que iba prácticamente todos los días en Olivos. “Nunca traté de conseguir nada”, aclaró de inmediato.
Para 1998, Vigil ya era la máxima e indiscutida autoridad de Atlántida Comunicaciones, un poderoso holding que controlaba el 100% de Telefé, Radio Continental, Editorial Atlántida y al menos ocho emisoras de TV abierta del interior. Ese mismo año adquirió la mitad de Canal 9, que ya había dejado de estar en manos de Alejandro Romay. Los rumores sobre el respaldo expreso a la gestión menemista desde ese grupo mediático cada vez más fuerte crecieron cuando el columnista de LA NACION Joaquín Morales Solá reveló que Bajo palabra, el programa periodístico que por entonces conducía en Canal 9, había sido levantado en pleno menemismo por presiones de Vigil.
“Nadie midió la influencia que tiene Vigil en el poder. Es una de las personas que más juegan al golf con el Presidente. Yo no cuestiono ni las amistades de Vigil ni las del Presidente. Lo que no creo que sea conviente es que la misma persona que acompaña al Presidente permanentemente, que es su amigo y que está alrededor de él todo el tiempo, sea después la persona que se sienta en su sillón y decida qué periodista independiente va a estar en pantalla”, relató Morales Solá sobre el episodio.
El final del predominio menemista en el poder coincidió con la progresiva retirada de Vigil de la mayoría de sus antiguas (y poderosas) responsabilidades durante la década siguiente. Atlántida Comunicaciones pasó a manos de Telefónica en 2000 y la editorial familiar fue vendida siete años después a los mexicanos de Televisa. Antes de esa transferencia, Vigil había motorizado la expansión internacional de las marcas tradicionales y nuevas que formaron parte de Atlántida, todas ellas hoy lejos del papel, limitadas por los vertiginosos cambios en el consumo cultural a la edición digital o la lisa y llana desaparición convertida en recuerdo.
Esos cambios también abrieron nuevos espacios para el trabajo empresarial de Vigil. Se dedicó a explorar posibilidades mediáticas en el vasto mundo de Internet, incursionó en el negocio de las ferias y exposiciones, y formó junto a Gustavo Yankelevich (el gerente artístico de la etapa más exitosa de Telefé, en los 90) y Víctor González la productora RGB, dedicada hasta hoy a la producción de contenidos teatrales y televisivos. Pero no tardó mucho en dejar sus acciones en manos de los socios.
Vigil se empeñó en lograr que ese progresivo distanciamiento resultara completo. Se afincó en julio de 2020 en Uruguay, cansado, según dijo, de la presión impositiva y de los problemas de inseguridad que se viven en la Argentina, y desde allí trató de mantener intacto su espíritu emprendedor mientras dedicaba buena parte de su tiempo al golf, que fue una de sus grandes pasiones al punto que llegó a ser directivo de instituciones dedicadas a ese deporte en Buenos Aires y en Miami.
Tuvo cuatro hijos, Constancio C. (h.), Pilar, Ana María y Pablo, de su primer matrimonio con Ana María Baudrix. Y otros dos, Emma Celeste y Carlos Angel (nacidos en 2020 y 2022, respectivamente) con su segunda esposa, Liliana Pata. Constancio C. Vigil había nacido el 22 de diciembre de 1936.