En el discurso inaugural de su gobierno, Alberto Fernández prometió que terminaría con la grieta, pero no lo hizo. Como presidente que no accede a la reelección podría haber contribuido en todos estos meses a emprolijar de verdad la mayor cantidad de variables económicas (no patear los problemas para adelante, que solo los agranda).
El lunes 14, al día siguiente de las PASO, no importa quienes hayan logrado mejores y peores resultados, si insisten con las peleas e insultos entre adversarios (e, inclusive, entre aliados mal avenidos), la clase política toda (oficialistas y opositores) serán los responsables de que la actual incertidumbre económica se convierta en una hecatombe invivible y peligrosa.
Si, en cambio, reaccionan como maduros estadistas y con ánimo de arreglar las cosas podrán depararnos un mejor pasar hasta las elecciones generales de octubre; los mercados se mostrarán más aplacados y hasta bajarán las abstenciones a la hora de volver a votar.
Una idea para empezar: ¿por qué no empiezan a diseñar juntos un plan de contingencia para prevenir lo más posible los graves inconvenientes que acarrearán los calores intensos del próximo verano, que tanto sufren ahora Europa y EE.UU.?