“No es cierto que 6 de cada 10 niños en la Argentina tengan hambre. Nosotros vemos otra cosa”, dijo hoy la portavoz de la Presidencia, Gabriela Cerruti, durante una conferencia de prensa. “¿Hay gente que come en comedores? Por supuesto. ¿Tienen hambre porque comen en comedores? No. Acceden a los alimentos a través de los comedores”, agregó.
Y si bien reconoció que “hay lugares puntuales, por lo general alejados de los grandes centros urbanos, donde puede haber situaciones de desnutrición”, enfatizó que no es la realidad de la mayor parte del país, donde en casi todas las provincias, señaló, “hay pleno empleo”. Mientras que, en las que no lo hay, “la gente recibe algún tipo de ayuda del Gobierno nacional a través de la Tarjeta Alimentar o alguno de los diferentes planes sociales por los cuales puede acceder a la alimentación”.
Más allá de la polémica que volvió a encenderse tras las nuevas declaraciones de Cerruti (días atrás había afirmado que el país no está en crisis ni sufre de hambre), ¿cuál es la situación alimentaria y nutricional de las niñas, niños y adolescentes de la Argentina? ¿Qué diferencia hay entre conceptos claves como desnutrición, malnutrición e inseguridad alimentaria?
Malnutrición. Desde Unicef Argentina explican a LA NACION que en nuestro país “los niños, niñas y adolescentes padecen la triple carga de la malnutrición: desnutrición a expensas de baja talla, déficit de micronutrientes y exceso de peso”.
La malnutrición en todas sus formas abarca situaciones tanto de déficit (como la desnutrición, que comprende emaciación, es decir, una delgadez y debilidad extremas, retraso del crecimiento y bajo peso para la edad) como de exceso (sobrepeso, obesidad, y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación). También puede generar desequilibrios de vitaminas o minerales.Una multiplicidad de factores: “La malnutrición resulta de deficiencias, excesos o desequilibrios en el consumo de macro o micronutrientes. Puede ser un resultado de la inseguridad alimentaria, o puede estar relacionada con factores no alimentarios, como prácticas inadecuadas de cuidado de los niños, servicios de salud insuficientes o un medio ambiente insalubre”, agregan desde Unicef.
Inseguridad alimentaria. La inseguridad alimentaria moderada es la que atraviesan personas que, debido a su incertidumbre en cuanto a la capacidad de acceder a los alimentos, se ven obligadas a consumirlos en menor cantidad y de peor calidad nutricional. La inseguridad alimentaria grave, en cambio, es la padecida por quienes se enfrentan a la situación de quedarse sin alimentos por uno a varios días: en otras palabras, quienes pasan hambre.
Saltear comidas. Un informe realizado por UNICEF en junio de 2022 arrojó que más de 1.000.000 de chicas y chicos en Argentina dejó de comer alguna comida (desayuno, almuerzo, merienda o cena) por falta de dinero.
La insuficiencia en los ingresos también generó una reducción del 67% en el consumo de carne y del 40% en la ingesta de frutas, verduras y lácteos.
6 de cada 10 chicos vive en situación de pobreza. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, el 61,6% de los niños, niñas y adolescentes de la Argentina (6 de cada 10) están por debajo de la línea de la pobreza. Es decir, que sus familias no alcanzan a cubrir la canasta básica total.
Eso equivale a unos 8,2 millones de chicas y chicos. De ese total, 1,6 millones viven en condiciones de indigencia (no tienen cubierta la canasta alimentaria), lo que representa el 13,1% del total de la población de hasta 17 años. El Conurbano bonaerense tiene las cifras más alarmantes: la pobreza en niñas y niños trepa al 69,1%, mientras que el 16,3% están en situación de indigencia.
Un tercio de los chicos con inseguridad alimentaria. “Los datos indican que el derecho a la alimentación de niños, niñas y adolescentes en el país es una deuda pendiente cuyo balance general es negativo. En efecto, entre 2010 y 2022, la situación de inseguridad alimentaria se incrementó un 44%, sin embargo, el mayor deterioro se registra en los últimos cinco años. Se registra el peor momento de la serie en plena pandemia del 2020 llegando al 37,2%.
Si bien en los últimos dos años postpandemia se registra una mejora, los niveles de privación alimentaria afectan a un tercio de la población de chicos y chicas en el segundo semestre del 2022″, sostienen desde el ODSA.
1.600.000 de chicos sintieron hambre. De acuerdo a los datos del ODSA, el 31,4% de la población de hasta 17 años sufría a fines de 2022 de inseguridad alimentaria, lo que implica que 4,2 millones de personas se alimentaban menos que antes como consecuencia de la crisis económica. De ese total, unos 1,6 millones (12%) sintieron hambre. En el Conurbano bonaerense, nuevamente, las cifras se agravan: allí, el 15% de los chicos pasó hambre.
El crecimiento en los últimos años. “La inseguridad alimentaria severa que afecta que especialmente a las niñas, niños y adolescentes -porque es cuando los progenitores reconocen que sus hijos o hijas han pasado hambre por no tener que comer- siguió una tendencia más estable e incluso se ha ubicado por debajo de los dos dígitos entre 2014 y 2017, pero en los últimos cincos años se incrementó de modo significativo y alcanzó el 15% en el 2020, logrando una progresiva recuperación y llegando al 12,4% en el 2022″, señalan desde el ODSA.
Exceso de peso, lo más frecuente. Por otro lado, diferentes encuestas poblacionales realizadas por el Ministerio de Salud de la Nación muestran que el exceso de peso (sobrepeso y obesidad) es la forma más prevalente de malnutrición, la cual viene aumentando de manera sostenida y sistemática.
Según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (2018), en los niños menores de 5 años, la emaciación (bajo peso) afecta al 1,6%, el retraso del crecimiento (baja talla) al 7,9% y el exceso de peso al 13,6%, siendo la Argentina el país con la prevalencia más alta de exceso de peso en América Latina para este grupo de edad. En niños, niñas y adolescentes (entre 5 y 17 años), el exceso de peso afecta al 41,1% de la población. Otro dato: la lactancia exclusiva hasta los 6 meses permanece por debajo de la recomendación, no alcanzando el 50% de los niños.
La relación con la pobreza. “En todos los grupos de edad, se observa que la baja talla y el bajo peso se relacionan de manera inversa al nivel socioeconómico. Las provincias del Norte del país son las que presentan mayores prevalencias de baja talla y algunos sectores con prevalencias más altas de desnutrición aguda (Gran Chaco). No hay datos oficiales actualizados sobre desnutrición por déficit de micronutrientes en el país, siendo ésta una deuda pendiente”, advierten desde Unicef.
En el caso del sobrepeso y la obesidad, según un estudio de Unicef y FIC, existe un 58% más de probabilidad de malnutrición por exceso en los y las adolescentes de nivel socioeconómico más bajo respecto a los de nivel socioeconómico más alto.
Acceso a frutas y verduras. “Existe una amplia brecha entre lo que se come y las recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA); un ejemplo concreto es que los niñas, niños y adolescentes consumen sólo el 20% de las cantidades recomendadas de frutas y verduras” (FIC, UNICEF, 2022).
El impacto positivo pero insuficiente de la AUH. “Si bien también se ha registrado un impacto positivo de la AUH y AlimentAR en indicadores de inseguridad alimentaria severa, existe evidencia cuantitativa y cualitativa sobre su insuficiencia para garantizar un consumo adecuado de nutrientes esenciales en la infancia (lácteos, carnes, frutas, verduras) y el rol fundamental que cumplieron durante la pandemia y continúan tendiendo las ayudas alimentarias directas en las escuelas (entrega de bolsones de alimentos, viandas, copa de leche, etc.) y las organizaciones sociales en los barrios a través de los comedores comunitarios”, apuntan en uno de los reportes del ODSA.