“Nos pegaron y esperábamos que lo hicieran”. Con esa frase sintetizaban en el entorno del candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, su participación en el segundo debate. Sin embargo, había satisfacción por lo que consideraban que fue su performance tanto en las interacciones con los otros candidatos como en sus propios mensajes.
Esta vez el ministro de Economía y postulante oficialista debió sufrir más embates que en el primer debate de hace una semana, en especial por el escándalo de Martín Insaurralde, el renunciado jefe de Gabinete bonaerense, que en la previa del debate anterior fue noticia por unas imágenes suyas en un lujoso yate en Marbella. “Lo hicieron una semana tarde, pero lo esperábamos. En Santiago del Estero (sede del anterior debate) fue irrisorio que no lo hayan usado”, completaban en referencia a la oposición.
Massa tampoco pudo evitar quedar en el centro de los cuestionamientos cuando el eje desarrollo productivo rozó las cuestiones económicas, que sus rivales utilizaron para fustigarlo por la inflación y la escalada del dólar. Sin embargo, el candidato evitó reaccionar y se mantuvo en la línea de lo propositivo.
Pese a eso la satisfacción del espacio pasaba por lo que evaluaron que fue la performance de Massa en las dos horas de debate en la sede de la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Queríamos aprovechar los minutos, las réplicas y las preguntas para contar lo nuestro, nuestras propuestas y lo hicimos. Sergio muy sólido en todo”, agregaban.
Consideraban en esa línea que “fue el único que tuvo propuestas para cada eje”, en referencia a los tres temas abordados esta oportunidad: Seguridad; Desarrollo Humano, Vivienda y Protección Ambiental, y Trabajo y Producción. Al tiempo que aludían que la idea de crear un “FBI argentino”, que mencionó Massa en su exposición, “es una idea que tiene hace mucho tiempo”.
“Massa, no puedo creer lo que decís. Un dólar a mil mangos, entrás a un almacén y de entrada te gastaste 5000 pesos. En la Aduana tenés un ‘Tongolini [por el secretario de Comercio, Matías Tombolini]”, lo chicaneó Patricia Bullrich. Massa les contestó que parecían “paracaidistas suecos”. Y se cruzó con Juan Schiaretti por las retenciones a las economías regionales.
Massa también apuró a Javier Milei en varios pasajes, como cuando le abribuyó “un sesgo autoritario” al salir en defensa de Myriam Bregman, a quien el libertario había destratado.
Para sus cercanos, Massa logró mantener el eje propuesto inicialmente en el que anunció al comienzo del debate que no iba en busca de chicanas, sino de dar a conocer sus propuestas en caso de ser presidente. “Estuvo bien centrado y mostrando cómo sería como presidente, sin entrar en chicanas o agresiones”, detalló un hombre del oficialismo que siguió el minuto a minuto desde una de las primeras filas.
Massa llegó a este debate después de una semana difícil. Primero estalló el escándalo de Insaurralde, algo que el tigrense buscó encapsular rápidamente, y luego se registró una nueva escalada del dólar, que superó los 800 pesos.
En la previa a su arribo al edificio emplazado sobre la avenida Figueroa Alcorta, Massa estuvo en el hotel que el sindicato Luz y Fuerza tiene en el barrio de Recoleta. Rodeado de varias personas de su confianza, terminó de repasar su performance. Por allí pasaron varios de los voceros del espacio, como el embajador en Brasil, Daniel Scioli, los ministros Victoria Tolosa Paz, Jaime Perczyk y Gabriel Katopodis, y los secretarios Juan José Bahillo e Ignacio de Mendiguren.
Massa estuvo acompañado casi en todo momento por su esposa y titular de Aysa, Malena Galmarini; el vicejefe de Gabinete y hombre fuerte del PJ porteño, Juan Manuel Olmos; el asesor catalán, Antoni Gutiérrez Rubí; el jefe de campaña y ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro y por su encargado de Comunicación, Santiago García Vázquez.