En el lugar donde vivía otro perro lo atacaba y nadie se preocupaba por él hasta que una vecina alertó sobre su caso: “Verlo era desgarrador”

Lo que vio esa tarde la conmovió hasta lo más profundo de su corazón. Allí, en el patio de una casa humilde del barrio de Monte Chingolo en el partido de Lanús, un perro de dos años sobrevivía al peor de los escenarios. Con una de sus patas delanteras literalmente en hueso y una infección avanzada que complicaba aún más la situación, se desplazaba sobre la tierra seca que cubría el terreno. No dudó en tomar cartas en el asunto y tomó fotos para difundirlas en los grupos de ayuda de animales.

“Las primeras fotos que vimos de Coco fueron desgarradoras. No quisimos ni pudimos imaginar el dolor que sentía”, recuerda Cecilia Mussi, integrante junto con otras voluntarias del grupo Cuchitas Dock Sud. De inmediato puso en marcha una campaña para rehabilitarlo y conseguirle una familia.

Era arisca y agresiva hasta que una noche tuvo un gesto inesperado: “Se subió a mi pecho y empezó a ronronear”

“Teníamos que sacarlo de esa casa cuanto antes”

Gracias a Ángeles Antorena, la vecina que alertó sobre Coco, pudieron saber que el perro tenía familia -aunque sin la posibilidad de brindarle ni amor ni los cuidados necesarios- y que el origen de su grave estado de salud provenía de otro perro de raza que vivía en el mismo lugar. “Nos contaron que ese perro agredía a Coco, incluso lastimado como estaba. Por eso entendimos que la situación era todavía más peligrosa para él y que teníamos que sacarlo de allí cuento antes”.

Rápidamente comenzaron a instrumentar la recogida y sobre todo la inmediata atención veterinaria que el perro necesitaba. Fue Miguel Ceballos quien se ofreció a buscar a Coco y llevarlo al consultorio médico de confianza de la doctora Flavia Casellas en la zona de Avellaneda. Y así, con la adrenalina del rescate, Miguel viajó hasta Monte Chingolo para ayudar a Coco y sacarlo del infierno en el que estaba viviendo.

“Tenía una oportunidad si lo operaban ese mismo día”

Pero las complicaciones recién comenzaban. Una vez que tuvo al perro consigo y se dispuso a viajar hasta Avellaneda, recibió un mensaje que cambió los planes.

– “Migue, estoy en Tristán Suarez (Ezeiza) haciendo cirugías con el doctor Federico Cotti. Si querés venir ahora, está la anestesista. Podemos ingresar a Coco ya mismo. La cirugía cuesta alrededor de $80.000 y con la mitad del dinero podemos comenzar. Después arreglamos por el pago del resto”, le comunicaba la doctora Casellas en un mensaje.

Junto a su hija, Miguel viajó 48 kilómetros sin autopista a través del conurbano. Subieron a Coco en el asiento trasero. Estaba asustado pero, de alguna manera, presentía que todo era para mejor. Les llevó más de dos horas llegar hasta el lugar donde los veterinarios esperaban a Coco.

Una vez en el consultorio, se confirmó que el cuadro era peor de lo que habían imaginado: el perro estaba deshidratado, desnutrido y con una infección sistémica muy avanzada. Además, como no contaban con historia clínica ni estudios previos, el ingreso a quirófano era realmente arriesgado. “Pero los veterinarios me explicaron que su única chance era ser operado ese mismo día. No lo dudamos. Metimos la tarjeta y pagamos la mitad de la cirugía. Esa tarde lo dejamos ahí, lo despedimos con un besito y con mucho dolor. Recién lo conocíamos y no sabíamos si iba a salir de la cirugía. Volvimos a casa destrozados”.

“Estamos muy agradecidos”

Al cabo de algunas horas, Miguel recibió un mensaje que le devolvió la esperanza. Coco había salido bien de la cirugía en la que le amputaron la pata, se encontraba estable y tenía una larga recuperación por delante: gracias a la ayuda desinteresada de los rescatistas, Coco tenía una nueva oportunidad.

El 27 de septiembre pasado, tras algunos días de internación, el perro dejó la clínica veterinaria Tristán Suárez para iniciar un nuevo capítulo en su vida. “Estamos muy agradecidos por la atención de los médicos, la amabilidad y sobre todo porque no nos cobraron ninguno de los tres días de internación que requirió Coco”.

Desde entonces, el perro se recupera en una casa particular cerca de donde vive Miguel, de manera que él mismo puede medicarlo día a día. “Lamentablemente no lo pude recibir en casa ya que con mi hermano pensionamos a once perros que hemos recogidos de la calle también. Entre ellos hay ciegos, heridos y con otras condiciones que no nos permiten ocuparnos de Coco como él necesita en este momento”. Mientras, el animal que estaba abandonado a su suerte, hoy se recupera con el amor que nunca tuvo y espera una familia que le abra su corazón para siempre.

Compartí una historia

Si tenés una historia de adopción, rescate, rehabilitación o ayudaste a algún animal en situación de riesgo y querés contar su historia, escribinos a [email protected]

Publicaciones

Publicaciones