De repente, después de un solo verano, la camiseta rosada está en todas partes. Se ha vuelto casi imposible de adquirir, pero ahí está, paradójicamente, en las espaldas de miles de aficionados que abarrotan los estadios estadounidenses, colgada de los puestos de los mercados de Buenos Aires y Bangkok, un destello vivo en casi todas las canchas donde se reúnen los niños para jugar al fútbol en Inglaterra.
El hecho de que la camiseta se haya convertido, aparentemente de la noche a la mañana, en el artículo deportivo de moda en todo el planeta es una simple ecuación capitalista: el resultado de una combinación irresistible de uno de los atletas más conocidos y queridos de su generación, un color exótico y distintivo y la eficiencia implacable de las fábricas textiles del sudeste asiático.
Sin embargo, pocos lo vieron venir. Tor Southard estaba mejor posicionado para saberlo que la mayoría, pero incluso a él lo tomó desprevenido. Como director senior de fútbol de Adidas en Norteamérica, llevaba casi un año recibiendo correos electrónicos de colegas que le preguntaban si la mayor estrella de la empresa, Lionel Messi, se uniría a Inter Miami, también cliente de Adidas.
Hasta donde él sabía, era sólo un rumor. Como el resto del planeta, Southard no se enteró de que era cierto hasta el 7 de junio, el día en el que Messi anunció sus intenciones en una inusual entrevista con dos diarios españoles.
Para muchos, la pregunta inmediata fue la futbolística. Seis meses después de ganar el Mundial con Argentina, ¿por qué Messi, el mejor jugador de su generación y posiblemente el mejor de todos los tiempos, dejaba los clubes y torneos de élite de Europa para unirse a un equipo que estaba entre los peores de la principal liga de Estados Unidos, equivalente a un páramo, la Major League Soccer?
Para Southard, y para Adidas, había un tema mucho más apremiante. Un par de días después del anuncio de Messi, la empresa había recibido casi 500.000 solicitudes de tiendas y proveedores de camisetas en el rosa suave y eléctrico de Miami. Se trata de un tejido y un tono específicos: Pantone 1895C. “No es que fuera blanco, y teníamos existencias que podíamos reutilizar”, dijo Southard.
Aunque no podían prever en qué fenómeno se convertiría la camiseta, ni cuánta gente clamaría por conseguir una, Southard y sus colegas tenían una idea de lo que estaba a punto de ocurrir. Adidas iba a necesitar más de esa tela. Mucho más.
“Prioridad número uno”
El día que Messi anunció que firmaría con Inter Miami, Adidas tenía existencias de la camiseta del equipo en tiendas y almacenes de todo Estados Unidos. No duró mucho. Las camisetas se vendieron tan rápido que Southard dijo que parecía que el inventario simplemente “se evaporó”.
Conseguir la tela para hacer más —y rápido— fue sólo el primer paso. Aunque Adidas no empezaría a vender camisetas oficiales de Messi hasta que se firmara formalmente su contrato el 15 de julio, hizo pedidos inmensos de rollos de la tela rosada necesaria para confeccionarlas en las 24 horas siguientes a su entrevista con medios españoles en la primera semana de junio.
El riesgo, por supuesto, era que el acuerdo se viniera abajo. “Es un riesgo que se hace por la rapidez”, dijo Southard.
En circunstancias normales, los minoristas encargan las camisetas hasta nueve meses antes. Las grandes marcas de ropa deportiva, como Adidas y Nike, suelen preferir producir grandes lotes de prendas por equipo, en lugar de fabricar para satisfacer la demanda, como suelen hacer las cadenas de moda rápida.
Debido al número de lo que la industria denomina “chase buys” —una entrada repentina de pedidos en volúmenes imprevistos— para la camiseta de Messi de Inter Miami, Adidas sabía que sus tácticas habituales no funcionarían.
Lo había aprendido por experiencia. En 2021, cuando Cristiano Ronaldo regresó al Manchester United, uno de los pocos minoristas con los que trabaja Adidas, Fanatics, pidió un millón de camisetas más. Un año más tarde, después de que Messi ayudara a Argentina a ganar el Mundial, Adidas tuvo que producir y enviar 400.000 camisetas extra de la selección argentina en un lapso de tres meses.
Conseguir que las camisetas rosadas con el nombre y el número 10 de Messi llegaran al mercado, dijo Southard, se convirtió inmediatamente en la “prioridad número uno de Adidas, a nivel mundial”.
Para agilizar el proceso, la empresa obtuvo la tela rosada de poliéster reciclado para las camisetas lo más cerca posible de las fábricas del sudeste asiático que las confeccionarían. Los pedidos de otros detalles, como logotipos y escudos, se agilizaron en otras instalaciones, a veces adelantándose a la producción de prendas para otros equipos de Adidas. Para reducir los plazos de entrega, los primeros lotes de camisetas de Messi se enviaron en pequeñas remesas, casi tan pronto como salían de la cadena de producción.
El esfuerzo frenético de producción funcionó. Inicialmente, Adidas había dicho a sus minoristas que empezaran a vender las camisetas con la promesa de entrega para el 15 de octubre. Pero las primeras ediciones llegaron a Estados Unidos el 18 de julio. Se enviaron directamente a Miami, donde la demanda era mayor. Se agotaron casi al instante.
“Todo el mundo tiene un contacto”
Una tarde del mes pasado, en una esquina del acomodado barrio de Brickell, en Miami, dos jóvenes habían montado una tienda efímera de Messi, con sus estantes repletos de camisetas rosadas de Inter Miami y una versión alternativa —negra con detalles rosados— que el equipo utiliza de visitante. Tenía el imaginativo nombre de Messi Miami Shop.
El nombre suena oficial. La tienda en Internet también lo parece. Vende dos versiones de la camiseta de Messi, como hacen ahora la mayoría de los fabricantes de ropa deportiva: una “versión de jugador” fabricada con material de alta calidad y un corte atlético, y una “réplica” diseñada para los aficionados cuyos cuerpos quizá no tengan las dimensiones precisas de un atleta de élite.
La Messi Miami Shop no está afiliada de ninguna manera a Messi, a Inter Miami ni a Adidas. (Pero sí es una tienda). Sus camisetas proceden, en cambio, de un contacto en Tailandia, compradas por 10 dólares cada una. “Esto es Miami”, dijo uno de los vendedores. “Todo el mundo tiene un contacto”. Y un sobreprecio: el puesto vendía las camisetas tamaño infantil a 25 dólares y a 65 dólares la versión adulta “auténtica”, no auténtica, de la camiseta negra del equipo.
Los vendedores, que se negaron a dar sus nombres por razones que deberían ser obvias, habían vendido alrededor de 30 camisetas en un par de horas, dijeron. Pero no son los únicos que se buscan la vida así. Unas noches antes, a las puertas del Exploria Stadium de Orlando, Florida, un grupo diferente de vendedores ambulantes hacía su propio negocio de camisetas de Messi. Messi no jugaba esa noche —se perdió varias semanas de la temporada por una lesión—, pero el Inter Miami estaba en la ciudad, y muchos aficionados estaban dispuestos a pagar 40 dólares por una camiseta rosada con su nombre, aunque tuviera costuras de mala calidad y la sacaran de una mochila.
A pesar de todos los esfuerzos de Adidas por poner sus camisetas oficiales de Messi en las tiendas lo antes posible, la demanda por ellas —cualquier versión de las mismas— ha sido tan grande que las falsificaciones han inundado el mercado mundial para hacer frente a la escasez.
Aunque la empresa afirma que ya está al día con gran parte de los pedidos que estaban pendientes, se ha dado cuenta de que sigue vendiendo camisetas mucho más rápido de lo que puede producirlas, y no solo en Estados Unidos.
En Buenos Aires, donde la victoria en el Mundial ha sellado el estatus de Messi como tesoro nacional, hay camisetas rosadas a la venta en tienda tras tienda y quiosco tras quiosco a lo largo de la calle Florida, una de las vías comerciales más concurridas de la capital de la Argentina, y en los puestos del bullicioso Mercado de San Telmo. En algunos puestos, las falsificaciones cuestan unos 50 dólares.
En Europa, donde las afiliaciones tribales a los clubes locales son muy profundas, las camisetas de Miami se han convertido de repente en algo usual. En una sesión de entrenamiento para niños de primaria celebrada el mes pasado en Manchester, Inglaterra, la acostumbrada concentración de uniformes de Manchester United, e Manchester City y Liverpool estaba salpicada por media decena de camisetas rosadas del Inter Miami, cada una de ellas con el nombre de Messi.
Es difícil exagerar la magnitud de la demanda. Según Southard, las ventas oficiales han superado todas las expectativas de Adidas: más que el frenesí que acompañó el fichaje de David Beckham por Los Angeles Galaxy en 2007; más que la fiebre provocada por el regreso de Ronaldo al Manchester United en 2021; más que el clamor por la camiseta de Argentina con el nombre de Messi tras Qatar 2022.
La de Inter Miami es ahora la camiseta de fútbol de Adidas más vendida en Norteamérica, por delante de los cinco clubes europeos históricos que la marca considera tradicionalmente las joyas de la corona de su catálogo: Manchester United, Real Madrid, Juventus, Bayern de Múnich y Arsenal.
Desde julio, Fanatics, que domina la venta de ropa deportiva en Estados Unidos, ha vendido más camisetas de Messi que de cualquier otro jugador de fútbol, y que de cualquier otro atleta, excepto Jalen Hurts, el mariscal de campo de los Philadelphia Eagles. Ningún jugador, en cualquier deporte, ha vendido más camisetas en la página web en las primeras 24 horas después de cambiar de equipo que Messi en julio.
Su llegada cinematográfica a la MLS —anotando un gol en los últimos minutos del partido en su debut el 22 de julio— llegó demasiado tarde para salvar la temporada del Inter Miami. El club no llegó a las eliminatorias, que empiezan el miércoles. Messi no volverá a jugar de rosado hasta el próximo año. Pero eso ha servido de poco para disipar su impacto. Los partidos del Inter Miami batieron récords de asistencia desde su llegada. Los precios de las entradas del equipo para la próxima temporada se han disparado. Adidas confía en que la producción de la próxima edición de la camiseta de Messi —prevista para febrero— sea suficiente para satisfacer la demanda.
Para muchos hinchas y comerciantes, no puede ser demasiado pronto. La camiseta se ha vuelto tan codiciada, tan escasa, que incluso al propio Beckham —uno de los futbolistas más famosos de su generación, una celebridad mundial y, como copropietario del Inter Miami, jefe de Messi— le ha sido difícil conseguir una. Más de una vez ha querido regalar una camiseta rosada de Messi a un amigo o a un socio, pero le han dicho que tendrá que esperar, como todo el mundo.
Por Kevin Draper y Rory Smith