¿Es peligroso consumir bebidas energéticas?

Recientemente, la Xunta de Galicia ha lanzado una propuesta de norma que busca limitar el consumo de bebidas energéticas entre los menores de edad. Este movimiento no es una acción aislada; otras comunidades autónomas han decidido estudiar esta cuestión

Por su lado, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ya había encendido las alarmas acerca del incremento en el consumo de estas bebidas entre los adolescentes. 

Los engañosos beneficios

Las bebidas energéticas no proporcionan más “energía” que las calorías derivadas de los azúcares que contienen. Los ingredientes habituales de estos productos incluyen, además del azúcar, cafeína, taurina, y una serie de otros componentes como la L-carnitina, la glucuronolactona, guaraná, ginseng y vitaminas del grupo B. Si bien un consumo esporádico y en pequeñas cantidades podría no ser perjudicial para individuos sanos, las personas con condiciones psiquiátricas, cardiológicas y metabólicas deberían evitarlas.

La situación se agrava con el consumo continuado. Un estudio de 2011 de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) destaca que un 12% de los menores europeos entre 10 y 18 años son consumidores “crónicos elevados”: es decir, ingieren estas bebidas de 4 a 5 veces por semana o más, lo que resulta en un volumen medio de 7 litros al mes. Además, un porcentaje similar se identificó como consumidor “muy agudo”, el cual representa una ingesta de al menos un litro en cada ocasión.

Repercusiones a corto y largo plazo: insomnio y estrés

Ya se sabía que las bebidas energéticas, ricas en cafeína y otros estimulantes, afectan negativamente a las funciones de los vasos sanguíneos. Sin embargo, los últimos hallazgos van más allá. Estos revelan que una sola lata podría elevar tanto la presión arterial como los niveles de cortisol, la hormona del estrés, entre otros efectos adversos.

Los estudios muestran una preocupante disminución en la dilatación de los vasos sanguíneos en las personas analizadas: antes de consumir la bebida, la dilatación promedio era del 5,1% y cayó a un 2,8% solo una hora y media después. Este cambio sugiere un daño agudo en la función vascular, que podría relacionarse con una mezcla de ingredientes como cafeína, taurina, azúcar y otras hierbas que afectan al endotelio, el revestimiento de los vasos.

Si bien una sobredosis de cafeína no siempre resulta en una situación fatal, sí puede llevar a síntomas graves como palpitaciones, náuseas, vómitos, convulsiones, acidosis metabólica y aumento de la presión arterial. Además, se ha observado un mayor riesgo de hipertensión y diabetes tipo 2 en adultos que consumen este tipo de bebidas.

Y es que, aunque una bebida energética podría tener una cantidad de cafeína comparable a varias tazas de café, la velocidad de consumo se convierte en un factor crítico. A diferencia de las bebidas energéticas, el café se toma caliente y, por lo general, más lentamente, lo que reduce el impacto cardiovascular.

Además, un estudio realizado en Alemania documenta que desde 2002, las bebidas energéticas han sido responsables de una variedad de afecciones médicas graves, desde daño hepático hasta insuficiencia cardíaca y muerte. Y del mismo modo, un análisis de la revista Pediatrics en 2011 advierte sobre el riesgo particular para los jóvenes, subrayando que no solo se enfrentan a los peligros cardíacos y metabólicos, sino también a una ingesta alarmante de azúcar.

Frente a toda esta evidencia científica, quizá la prohibición no sea la solución, pero sin duda debemos enfrentarnos a estos productos con la misma cautela con la deberíamos afrontar el tabaco o el alcohol. 

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