“Tengo miedo de que mi agresor vuelva y termine lo que empezó. No puedo salir a la calle tranquila”. Las vidas de Laura y Ana (nombres ficticios) son un infierno desde hace tres días, los mismos que han pasado desde que un hombre las agredió en la calle a plena luz del día en Palma. Intentó secuestrar a una de ellas antes de que le detuviera la Policía. “Menos de 24 horas después, estaba en la calle otra vez. Me da pánico encontrármelo. Me aterroriza que sepa quién soy, dónde vivo, con quién me muevo o de qué trabajo”, explica Laura.
Arropada por su madre, recuerda lo que ocurrió el sábado al mediodía con la voz quebrada: “Salía de comprar en un local de la calle Manacor y un hombre me asaltó”. Quiso robarle el bolso, pero no lo consiguió. Después se abalanzó sobre ella, le manoseó las partes íntimas y trató de llevársela en contra de su voluntad al interior de su furgoneta: “Me estiró de las piernas y de los brazos mientras me decía ‘vamos a pasarlo bien’. Cada vez que lo pienso, lo revivo. Quiero olvidarlo, pero no lo consigo”, continúa. Tanto ella como su madre, que estaba presente en el momento de la agresión, muestran los partes de lesiones que prueban que sufrieron ataques de ansiedad y daños en los brazos en el caso de la agredida, y en las manos en el caso de su madre, que la ayudó a zafarse del agresor: “No pudo conmigo, pero si la víctima hubiera sido una niña, se la hubiera llevado”, asegura.
“Me miraba como si no estuviera pasando nada y se reía”
Escasos minutos antes, el hombre había agredido a otra joven. Entró en el local en el que ella trabaja como camarera y le tocó las partes íntimas antes de perseguirla mientras ella pedía auxilio a clientes y transeúntes. Ambas víctimas recuerdan sobrecogidas la tranquilidad con la que el agresor actuaba: “Me miraba como si no estuviera pasando nada e incluso se reía. Cuando llegó la Policía, se arrodilló y puso las manos detrás de la cabeza sonriendo, con actitud chulesca, como si lo hubiera hecho mil veces”, comentan. Después de la segunda agresión, varias personas lo acorralaron y lo retuvieron hasta que llegaron (“rápidamente”, enfatizan las jóvenes) varios coches de la Policía Nacional.
“No es justo que él esté fuera y yo encerrada en casa por miedo a encontrármelo”
Pero la pesadilla solo acababa de empezar. Ambas mujeres se han topado con un sistema judicial que, a pesar de los hechos alarmantes, no mantiene a raya a un agresor que ha demostrado ser peligroso: “Al día siguiente ya estaba en libertad con cargos. No es justo que él esté fuera y yo encerrada en casa por miedo a encontrármelo”. Una de ellas tiene la baja médica y la otra la pedirá. Ambas asisten devastadas a la inhumana atención que les ha prestado la justicia: “En el juzgado de guardia se han negado a darnos información y nos han tratado como si fuéramos una molestia, hablándonos con un lenguaje técnico que no entendíamos”, señalan Laura y su madre. Pese a su derecho como víctima de estar informada, se ha enterado de que el acusado ha quedado en libertad con cargos gracias a la otra joven, Ana. Una de ellas no logrado recibir asistencia ni del IbDona ni del 016 pese a que lo ha intentado.
“Hay vídeos que lo demuestran todo”
De hecho, Laura, a diferencia de la otra víctima, no ha pedido una orden de alejamiento por temor a que el agresor pueda localizarla. “En el juzgado nos dicen que por lo menos no la han violado ni asesinado”, cuenta su madre de la respuesta que ha obtenido de una funcionaria.
A diferencia del agresor, que sí tiene un abogado de oficio, ellas expresan su indignación por tener que costearse un abogado privado para defenderse: “A nosotras nos han dicho que no tenemos derecho porque trabajamos. O lo pagamos con nuestro dinero o la Fiscalía asumirá nuestra defensa”.
“En el juzgado no han querido informarnos de nada. Dicen que por lo menos no la han violado ni asesinado”
A todo esto se le suma el temor a que la investigación se retrase y las cámaras de los dos locales en los que se produjeron las agresiones borren las imágenes que recogieron las escenas por la reutilización de las cintas: “Hay vídeos que lo demuestran todo, pero se eliminarán en diez días si nadie hace nada. Ayer [por el lunes], tres días después de lo ocurrido, uno de los locales nos dijo que la Policía todavía no había ido a pedir las imágenes”, lamenta Laura.
Viven con miedo, ansiedad y pánico a volver a ver a su agresor. Por si fuera poco, tienen enfrente a todo un sistema que se empeña en maltratarlas y ningunearlas. Aún así, se han armado de valor para contar su historia, pese a tener que recordarla y revivirla: “Esto es lo único que nos queda. Es injusto que él esté en la calle impune. Mañana podría volver a pasar”.