La islamofobia en Gran Bretaña debería ser una preocupación para todos, no solo para los musulmanes.


El reciente asesinato de tres niñas en Southport, en el norte del Reino Unido, provocó los disturbios más graves de los últimos años en las calles de ese país. Varias organizaciones de ultraderecha aprovecharon esta tragedia para incitar al odio contra los migrantes, en general, y contra los musulmanes, en particular. Se difundió la falsa propaganda de que el atacante era musulmán y un inmigrante ilegal, aunque las autoridades británicas desmintieron ambas afirmaciones. El asesino, en realidad, era un joven inglés, hijo de padres ruandeses, y provenía de una familia cristiana. Nadie asociaría este asesinato con el cristianismo simplemente porque el asesino procede de una familia cristiana. Sin embargo, me pregunto si los medios británicos habrían actuado con la misma coherencia si el asesino hubiera sido seguidor del islam.

A pesar de la aclaración sobre la identidad del asesino, poco sirvió para persuadir a los manifestantes racistas e islamófobos. Algunos de los episodios más graves ocurrieron cuando cientos de alborotadores atacaron mezquitas e intentaron incendiar lugares que albergaban a grupos de solicitantes de asilo, incluidos niños. Esta ola de violencia actual revela una vez más el peligroso poder de las noticias falsas combinadas con las redes sociales.

El martes 30 de julio de 2024, una camioneta de la policía ardía mientras una multitud se enfrentaba con las fuerzas del orden en Southport, al noroeste de Inglaterra, cerca de donde tres niñas fueron apuñaladas en una clase de danza el día anterior. La violencia estalló poco después de una vigilia pacífica, a la que asistieron cientos de personas en el centro de Southport para honrar a las víctimas.

Como hijo de inmigrantes nacido en Europa, entiendo y apoyo cualquier debate político en relación con la inmigración y el control de las fronteras. Sin embargo, de ninguna manera respaldo el uso de esta discusión para atacar a los migrantes y convertirlos en chivos expiatorios de nuestros problemas socioeconómicos. Como teólogo islámico formado en el Reino Unido, celebro cualquier conversación sobre las doctrinas de una fe o credo. Sin embargo, no podemos caer en la falacia de atribuir los delitos de un individuo a una religión entera.

Un efecto adverso de las guerras en el Medio Oriente ha sido el aumento significativo tanto de la islamofobia como de la judeofobia. Lo que más me preocupa como creyente no es el odio que proviene de los sectores extremistas, sino la complicidad y la pasividad de los “moderados”, que han permitido el avance del odio en nuestras sociedades. Un ejemplo reciente es el del político Robert Jenrick, quien, a pesar de no pertenecer a un partido extremista, sino al conservador Tory, que ha gobernado durante la última década, reclamó públicamente en una entrevista televisada la prohibición de la expresión “Allahu Akbar” en las calles del Reino Unido. Desafortunadamente, esta solicitud no es un caso aislado; muchas personas en Occidente que se identifican como centristas comparten la opinión de que el islam es incompatible con sus valores “occidentales”.

Permítanme aclarar que la expresión “Allahu Akbar” (Dios es grande) es el epicentro de la identidad musulmana, repetida al menos cien veces al día. “Allahu Akbar” no es un llamado a la violencia, sino un llamado a la paz, la armonía y la unidad. Decir “Dios es grande” significa glorificar a nuestro Creador a través del amor a toda su creación, sin distinción de religión, color o etnia. El islam es un firme defensor de la santidad de la vida y condena categóricamente la violencia y el terrorismo.

Sin embargo, en medio de esta oleada de violencia antiinmigratoria e islamófoba, también se manifestó otra realidad de la sociedad británica: miles de personas salieron a las calles para contrarrestar las protestas de la extrema derecha y expresar su apoyo a los musulmanes. No es casualidad que el Reino Unido albergue aproximadamente 4 millones de musulmanes, que representan casi el cinco por ciento de la población total.

En el caso de la Comunidad Musulmana Ahmadía, a la que pertenezco y represento en Argentina, tenemos un vínculo muy especial con esta nación. Debido a la persecución contra nuestra comunidad en varios países musulmanes, nuestro jalifa espiritual reside en el Reino Unido, donde también está ubicada nuestra actual sede internacional. Muchos de nuestros miembros eligieron esta tierra como su nueva patria porque la libertad religiosa ha sido y sigue siendo una de las características transversales de la sociedad británica. Justo unos días antes de los brutales disturbios, viajé a Surrey, en las afueras del sur de Londres, y participé en la convención internacional de la Comunidad Musulmana Ahmadía, denominada “Jalsa Salana”. Bajo el lema “Oraciones por la paz, Voces por la paz”, más de 40 mil musulmanes de más de 100 países se congregaron allí durante tres días. Esta convención anual es la más grande y la más importante de su género en toda Europa Occidental.

En conclusión, la islamofobia no es la raíz del problema, sino un síntoma. El verdadero mal radica en el odio, que a veces se manifiesta como islamofobia, en otras ocasiones como antisemitismo, cristianofobia o en cualquier otra forma de discriminación. Mientras tanto, nuestro lema “Amor para todos, odio para nadie”, que resume todos los preceptos del islam, podría servir como un primer paso, tanto para abordar los disturbios en el Reino Unido como para cualquier otra sociedad donde la paz social esté en peligro.


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